El envejecimiento cognitivo
es un proceso normal, pero hay hábitos que ayudan a mantener la lucidez.
Siete consejos para una
buena memoria
Las palabras cruzadas y los
juegos de ingenio ayudan a mantener en forma el cerebro.
Neurociencias
Enfermedades
Neurodegenerativas
A medida que pasan los años,
la memoria se convierte en un bien cada vez más preciado. Es que el
envejecimiento cognitivo es un proceso normal al que nadie escapa. Y si bien no
existen garantías en lo que respecta a prevención de la pérdida de memoria o de
la demencia (el Alzheimer es su tipo más común) hay actividades que pueden
ayudar a mantener la lucidez.
En un artículo publicado
recientemente en el sitio de noticias de la Clínica Mayo, especialistas de esa
prestigiosa institución estadounidense enumeraron siete consejos para favorecer
la salud cognitiva y dieron pautas sobre cómo establecer si es necesario buscar
ayuda profesional.
1.
Permanecé activo mentalmente
Así como el ejercicio físico
impacta favorablemente en el cuerpo, las actividades mentales ayudan a mantener
en forma el cerebro: completar juegos de palabras cruzadas, tomar rutas
alternativas al conducir, aprender a tocar algún instrumento musical, y hasta
participar como voluntario en alguna organización comunitaria son algunas de
ellas.
2.
Mantené relaciones sociales
La interacción social ayuda
a prevenir la depresión y el estrés, dos circunstancias que pueden contribuir a
la pérdida de memoria. Por eso, especialmente quienes viven solos, deben buscar
oportunidades para compartir tiempo con seres queridos, amigos y otras
personas.
3. Organizate
Una libreta -de papel o
electrónica- en la que anotar tareas, citas y acontecimientos en general es un
buen ayuda memoria. Podés incluso repetir cada entrada que agendes en voz alta
para ayudarte a afianzarla en tu memoria. Es conveniente mantener actualizadas
las listas de quehaceres y marcar los que ya realizaste.
Destiná un lugar concreto
para las llaves, la cartera y otras cosas imprescindibles.
Limitá las distracciones y
no intentes hacer muchas cosas a la vez. Si te enfocás en en la información que
estás intentando recordar es más probable que lo logres. También puede ayudar
conectar lo que estás intentando recordar con una canción u otro concepto
familiar.
4. Dormí bien
El sueño tiene un papel
importante en ayudarte a consolidar los recuerdos, para que puedas pensar en
ellos más adelante. Dormir bien debe ser una prioridad. Entre siete y ocho
horas diarias de sueño es lo que la mayoría de los adultos necesitan.
5. Comé bien
Una dieta saludable es buena
tanto para el cerebro como para el corazón. Comé frutas, verduras y cereales
integrales. Elegí fuentes de proteína bajas en grasa, como el pescado, la carne
magra y las aves sin piel. No tomar suficiente agua o beber demasiado alcohol
puede llevar a la confusión y la pérdida de memoria.
6. Movete
La actividad física aumenta
la presión sanguínea en todo el cuerpo, incluyendo el cerebro, lo que puede
favorecer el cuidado de la memoria. Las guías de actividad física recomiendan
realizar al menos 150 minutos semanales de actividad física moderada (una
caminata a paso ligero) o 75 minutos de actividad intensa (como trotar). Pueden
dividirse en sesiones de 10 minutos a lo largo del día si es que no se dispone
de tiempo para rutinas más extensas.
7.
Controlá las enfermedades crónicas
Es importante seguir las
recomendaciones médicas para el tratamiento de enfermedades crónicas como
depresión, presión alta, colesterol alto, diabetes, y problemas de riñón o
tiroides. Mientras más te cuides, mejor estará tu memoria. Además, revisá la
medicación con tu doctor en forma periódica, ya que hay remedios que pueden tener
un impacto en la memoria
Cuándo
buscar ayuda
Los olvidos no son siempre
motivo de preocupación. En los adultos mayores, las fallas en la memoria deben
ser motivo de alarma cuando afectan la información que es particularmente
importante o conocida para quien la olvida, cuando las lagunas mentales se
vuelven frecuentes o cuando los olvidos interfieren en las actividades diarias.
Los chequeos suelen incluir una revisión de la historia clínica, un examen
físico y pruebas cognitivas. En algunos casos, una evaluación neurológica y
exploraciones del cerebro pueden ser también necesarias.