Gehard Cartay Ramírez
Los venezolanos somos cada vez más pobres como consecuencia de las catastróficas políticas
del régimen chavomadurista.
Todos los días, usted amigo lector, y yo, al igual que
la inmensa mayoría de los venezolanos -salvo la cúpula podrida que usufructúa
el poder y los ricos que han podido sortear esta gigantesca crisis-, nos
empobrecemos cada vez más.
Cada día que pasa, los salarios se hacen insuficientes
porque nuestro poder adquisitivo se debilita cada vez más. Quienes viven de un
sueldo compran cada vez menos cosas, visto el aumento que todos los días
impacta los artículos de primera necesidad. Por supuesto, la situación empeora
para quienes no tienen empleo y se encuentran en la franja de pobreza extrema,
que también aumenta en este desdichado país.
La cuestión se agrava aún más porque al alto costo de
la vida -la inflación, como lo llaman los economistas- hay que agregar la
escasez y el desabastecimiento. Ambas desgracias van unidas ya que los productos
que no se consiguen fácilmente los venden más caros. Por eso mismo, en una economía de mercado,
donde la productividad y la abundancia de bienes y servicios sea la regla (y no
la escasez, como ahora sucede en Venezuela), la oferta de los mismos anula los
efectos de la carestía y, por lo general, obliga a su venta en mejores
condiciones para los consumidores.
Por desgracia, nuestra economía -hoy en ruinas gracias
al actual régimen, que acabó con la producción nacional desde hace una década-
no está en condiciones de ofrecer bienes y servicios como exige la demanda
actual. Todo lo contrario: está incapacitada para satisfacerla, y por ello,
insisto, esos bienes y servicios se encarecen cuando se logran conseguir en el
mercado.
De allí que la oferta de productos alimenticios y de
artículos básicos de la canasta familiar haya desaparecido en su mayor parte,
trayendo consigo escasez, racionamiento, desabastecimiento y, como ya se anotó,
precios más altos. Lo poco que se consigue en el mercado es a costos
prohibitivos, pues además se une a esta tragedia la infaltable especulación que
hacen comerciantes inescrupulosos, aprovechando la difícil situación que hoy
padecemos los venezolanos.
Mientras esto ocurre, los sueldos y salarios se
mantienen igual. La masa trabajadora sufre así, junto a todos los que cobran
quince y último, un empobrecimiento generalizado, pues cada vez le alcanzan
menos sus ingresos para comprar los artículos básicos, encarecidos día a día.
O, como ya se ha vuelto un lugar común decirlo, mientras los salarios suben por
las escaleras, los precios suben por un ascensor veloz y vertiginoso.
Esta situación afecta también a pensionados y
jubilados, cuyos ingresos igualmente se vuelven “sal y agua” como consecuencia
de la altísima inflación que hoy sufrimos. Pero también la sufren los
desempleados en general. Por eso, la inflación chavomadurista que hoy martiriza
a casi todos los venezolanos, nos empobrece cada vez más, y muy especialmente a
quienes menos recursos tienen.
Por cierto que leí recientemente un análisis absurdo
(De clase media… a un cuarto, por Luis Vicente León, El Universal, 04-10-2015),
según el cual toda esta situación impacta negativamente a la clase media, pero
no a los más pobres. Según el autor del mismo, la inflación afecta sólo a la
clase media porque, al final -y aunque lo niegue-, los pobres serían casi todos
bachaqueros, lo que los salva del terrible impacto de la inflación.
Resulta obvio que no todos los pobres bachaquean.
Incluso diría que son muy pocos los que se dedican a esto. Porque los pobres
también tienen que ir al mercado, si pueden, a comprar lo que consiguen, por
una parte, y, por la otra, igualmente los afecta el alto costo de la vida, de
modo que sus ingresos, provengan de donde sea, son insuficientes para enfrentar
la carestía de la vida. Así, por ejemplo, el caso de los buhoneros que cita el
analista en comento diciendo que venden más caro por el aumento de los precios
y eso “los protege de la inflación”, se cae por su propio peso, pues ellos
también tienen que comprar (¿o no?) y eso supone que los afecta al igual que al
resto.
Desgraciadamente, a esto hemos llegado por la política
económica hambreadora del régimen iniciado en 1999. Si en lugar de haber
destruido nuestro aparato productivo industrial y agropecuario, el
chavomadurismo lo hubiera fortalecido, ahora habría más producción de alimentos
y artículos de primera necesidad, y por tanto, sus precios no serían tan caros
como hoy día.
Se trata de algo elemental, querido lector: “quien siembra vientos cosecha tempestades”. Por
desgracia, a la cúpula podrida que manda su política económica hambreadora no
la afecta, pero al resto de los venezolanos sí. Vaya cinismo…
@gehardcartay